Xulio Valcárcel, Juan C. López y Pablo Gavilán en la Manzana azul.
Si la manzana es humilde y gozosa sensibilidad, carne sabrosa que evoca el paraíso, el azul simbolliza la pureza, la inocencia. Entre esos dos polos se incribe este poemario, diáfano y profundo, de Ángela Gavilán. Conjuga en él, armoniosamente, dos enfonques de una realidad tan compleja como sugestiva.
(Xulio Valcárcel)
Cuando Ángela me habló de que la manzana es abrazo entre poesía y pintura, excusa para crear, recordé unas palabras que, según tengo entendido, se atribuyen al poeta Rainer María Rilke: «atreveos a decir lo que llamáis manzana». De inmediato, sentí que Ángela daba su respuesta con el mundo nuevo que Manzana azul abre ante nosotros; sin embargo, después de pensar sobre ello, creo ver claro que lo que está haciendo es lanzarnos la misma invitación que el poeta. (Juan C. López)
Un ocre se despierta una mañana/ se mira en el espejo para ver si tiene buen color/ y es otoño/ luego coge su maleta/ (siempre lista para escapar a cualquier paisaje)/ sale a sentir las calles/ y se encuentra con una mujer/ -las mañanas tienen estas cosas-/ que le saluda con la mirada profunda// aquello es suficiente/ y el ocre decide/ sacar un poco de ilusión del bolsillo/ para besar a la visionaria/ y convertirse/ como por magia de arte/ en plumas// en vuelo. (Pablo Gavilán)