#LIBRO #ARENASIL – CARTA A LOS RINCONES DEL VIENTO #AntonioReis

reis fotoCarta a Los rincones del viento

Por aquí sigo de baja, ya en casa, después de la segunda operación del pie y solo puedo moverme, sin pisar, lo estrictamente necesario. Así que voy a seguir metida en el mundo de los libros y la pintura, hacia dentro y hacia fuera, otra temporada.

El día que me dieron el alta, por la noche Elías entró en casa con una caja de libros. Venía de la presentación en el Ayuntamiento y ya no podía volver a la librería para dejarla allí. Libro homenaje a Antonio Reis Arenasil de parte de sus amigos y conocidos poetas. Me dijo que había estado muy bien, un poco triste.

La foto de Antonio que me había pedido Olga, su compañera, aparece en la contraportada. En ella sonríe relajado, en el patio de un monasterio, donde nos invitaron a una tertulia. Nos hicimos un montón de kilómetros después de cerrar la librería para reunirnos en el último rincón ribereño del Valle del Esgueva. Como casi era verano, todavía había luz cuando llegamos y encontramos a los poetas sentados en el impresionante y sencillo jardín del patio del monasterio. Ahí saqué mi cámara, cuando todavía los móviles eran solo para las palabras.

Salieron unas fotos estupendas, porque nadie posaba, solo conversaban y mi objetivo captó la serenidad del lugar envolviendo a cada uno de los que estaban allí. Cenamos dentro, más o menos doce, resguardados en el interior cálido de las piedras, el vino, las historias y los poemas.

Cuando Antonio comenzó a perder la memoria, busqué fotos que tenía de él para hacerle un album de regalo. Había leído que las fotos ayudaban en estos casos a no perderse demasiado pronto. Las pegué en sus páginas y para la primera hice un dibujo rápido a lápiz de Antonio y Olga juntos. No podía ser de otra manera, tenían que ser dos caras en el mismo papel, porque siempre estaban juntos.

Al final del libro, este dibujo ilustra el último poema encontrado de Antonio, dedicado cómo no, a su amada compañera. Han mutilado el dibujo y solo aparece él con la mirada y la sonrisa dirigidas a ese corte, donde estaba ella.

Me dolió entender que este corte es lo que ha pasado, la metáfora de su separación, la soledad de la muerte. Pero si te fijas bien en el dibujo, ella se quedó reflejada dentro de sus ojos y él se la llevó dentro, aunque parezca que está solo. (A pesar de que lo han escaneado fatal.)

Siguiendo las páginas del libro, entrando al revés, desde la foto, el dibujo, el último poema… encontramos un paisaje castellano como recuerdo de un amigo y palabras hermosas de Gonzalo Santoja, repetidas en la contraportada: Cambiando una sola palabra, con entrega en lugar de lucha, a Antonio Reis se le encuentra en esta definición del Beltolt Brecht: ???Hay hombres que se entregan un día y son buenos. Hay otros que se entregan un año y son mejores. Hay quienes se entregan muchos años, y son muy buenos. Pero hay los que se entregan toda la vida, esos son imprescindibles???. Lo afirmo entre jirones de tristeza.

Poemas brillantes de Luciano Rodríguez en doce tiempos: Pensar/ es lastimar las cuerdas del silencio;… siguen a los ocho poemas de Olga desde La memoria de una vida, que nos transporta al nido familiar que asoma a un río, hasta el último de apenas tres líneas: Incrusta el alma/ silencio y grito/ amor y ausencia.

A estas páginas sentidas de Olga, pasamos con la amabilidad y elegancia del poeta Xulio Valcárcel: Se piensa eterna la piedra pero deviene arena/ (…) entre los dedos/ agua y sueño recuerdo/  a Antonio silencioso y discreto con sus lentes oscuras/ (???) en las playas dormidas del misterio/ arena al fin brillando/ estrella mínima mirándonos desde la profundidad.

Y es aquí donde cierro el libro, porque percibo esa sensación de que ya no te caben más palabras, que ahora tengo que reposar este subidón de imágenes, que me atraganto si continuo, que las palabras se tienen que asimilar, integrar, recordar y ser leídas al ritmo en que fueron escritas…

Entonces me fijo en su portada: Arenasil y compañia. Entonces sucumbo a la tentación de abrir otra vez el libro y lo hojeo ahora desde su comienzo, con el prólogo de Yago que nos presenta a su padre como poeta, mentor, librero de viejo, coleccionista de las cosas artista autodidacta, hijo del portugués y concluye reconociendo que era un hombre apasionado, enamorado hasta el tuétano del mundo.

Y hojeando, en las páginas del centro me encuentro con otro prólogo de Arenasil a su poemario Versos a Luisa, con veinticuatro poemas a Monsanto y a su esposa, Olga Luisa. En las páginas del centro, como si todos los demás poemas y dibujos de las otras páginas fueran los brazos entrelazados en los hombros y espaldas de un grupo de poetas que posan para una fotografía, en la cual Antonio Reis está en el centro.

Y entonces me siento fotógrafa otra vez.